sábado, 4 de septiembre de 2010

Un Soconusco para mis descendientes

LO NUESTRO: Tapachula, y el Soconusco en general, vive una Era terrible. Aquí, excepto para unos cuantos, el tema de la seguridad y la “guerra” de Felipe Calderón no quita el sueño a la mayoría de ciudadanos. Lo que no la deja dormir es cómo llevar el pan diario de cada día a su familia.


El asunto económico es lo que asuela toda la región y en particular a Tapachula, que bien puede decirse es “zona de desastre” por el desplome productivo de la región, la falta de generación de empleos formales y la ausencia de una clase política a la altura de los problemas que aquí se viven.

Esta ciudad fronteriza crece a pasos agigantados sin orden ni sustento. El crecimiento demográfico es explosivo y se agrava con la enorme ola inmigrante centro y sudamericana. Es sabido que una gran proporción se queda a radicar en la región, pero otra, no tan numerosa pero que diario rebasa las cinco mil personas, trabaja en el área económica de Tapachula, la cual abarca los 16 municipios del Soconusco, para regresar a sus domicilios en la vecina Guatemala, ya sea diario o semanalmente.

Presencié hace unas cuantas noches una vista sobrecogedora desde el puente internacional sobre el río Suchiate. Había ido a Ciudad Hidalgo invitado, por un colega, movido por el interés que me despertó un comentario que hizo, entre ron y cerveza: “¿Te acuerdas de la película Marabunta, aquella donde voraces hormigas arrasan todo a su paso y sólo Charlton Heston es capaz de vencerlas? Pues así se ve atravesar el río a los hermanos de Guatemala todas las madrugadas y noches, que van y regresan de trabajar”.

Como noté cierto resentimiento en su comentario, lo juzgué exagerado. “Quiero verlo”, le dije. “Te llevo a mi casa pa´ que veas”, respondió.

Eran las ocho de la noche del segundo miércoles de agosto, aproximadamente, la oscuridad aún no era total. Pronto, una inmensa mancha negra cubrió varios cientos de metros el cauce del Suchiate. Uno que otro destello luminoso delataba el movimiento de la mancha, de México hacia Guatemala.

Sin percatarme de dónde, mi colega sacó unos binoculares y me los entregó. Eran con visión nocturna. “Han de ser chinos, con seguridad”, pensé. Luego enfoqué y el espectáculo fue impresionante. Cientos, miles de guatemaltecos, muchos llevando en hombros sus bicicletas, avanzaban hacia la ribera opuesta. Los destellos eran las linternas que algunos sostenían arriba de sus cabezas.

“Ya ves”, comentó mi colega. “Nada de lo que digan o hagan los políticos o las autoridades mexicanas podrá frenar este fenómeno. Ningún reportaje que hagan sobre La Bestia (el tren), o de la corrupción de los agentes de Migración o Aduanas, o de todas las policías o de la actividad del crimen organizado en este negocio será suficiente para tomar conciencia del tamaño del problema. La respuesta tiene que estar en otro lado”, expresó mi amigo con pesadumbre.

LO AJENO: La violencia asesina que padece la frontera norte mexicana parece ser el espejo donde se ve el sur. En éste, la similitud de las étnicas y de la población mestiza, aún diluye el racismo, la xenofobia y la discriminación que prevalece en la población gringa.

Sin embargo, ya empiezan a emerger sentimientos de esa naturaleza , muy propios del alma humana, entre comerciantes, trabajadores, empresarios, en general en la población. Sienten que están siendo desplazados por los numerosos inmigrantes. Suponen que les están quitando el pan de la boca.

Pocos, quizá demasiado pocos, se percatan, como dijo mi colega, de que las respuestas se encuentran en otro lado. Se les dificulta ver en dónde se encuentran las causas de esta problemática. Como ya han dicho hasta la saciedad los expertos, el modelo económico que nos imponen las grandes potencias ya está agotado, sólo sirve para que la riqueza se siga concentrando en los mismos de siempre.

La humanidad se encuentra, como pocas veces, en una encrucijada. Ni las religiones ni la política nos dirán que camino tomar. Sólo el conocimiento, la información, la educación podrá llevarnos por la vía correcta, pero si el sistema sigue siendo excluyente para la mayoría, el futuro a corto plazo no parece prometedor.

Se impone una reacción inteligente, razonada, civilizada, desde abajo. Difícil, sí, mas no imposible. Cada uno debemos empezar por lo inmediato, nuestro entorno particular. Por lo pronto, yo ya empecé. Lo que me quede de vida lo dedicaré a la promoción de la cultura en mi ámbito de comunicador, en el señalamiento de los yerres y las posibilidades de corregirlos, como periodista. Lo que logre, será para mis hijos y mis nietos.