lunes, 25 de octubre de 2010

Volando bajo

Llegar a colaborar en un diario tan popular y respetado por la opinión pública implica un gran reto y una enorme responsabilidad, incluso para periodistas que, como el de la tecla, ya ha transitado por cuatro décadas en estos menesteres. Agradezco la hospitalidad que me brindan los hermanos Zamora, viejos conocidos desde los años mozos de la secundaria. Espero no defraudar esa confianza ni la de los lectores de El Orbe, el cual se ha convertido en un faro sui géneris en esta región del Soconusco, pues es guía de la sociedad costeña, inmersa en el escabroso mar de la manipulación informativa.
En este espacio intentaremos hacer vuelos rasantes, a muy baja altura, pues, sobre los diferentes tópicos en que se desenvuelve nuestra sociedad, usted y yo, que como hombres comunes no tenemos impunidad para abusar de la cosa pública y no deseamos ser cómplices mediante el cómodo silencio o la indiferencia.
Por ello, considero pertinente comenzar estos comentarios con un tema de especial relevancia para los tapachultecos. Pronto habrá relevo de nombres, que no de políticas, en el directorio de la administración del ayuntamiento. Se va un equipo de hombres y mujeres que se ganó a pulso el desprecio de los ciudadanos, el cual, aunque no fue elegido para que ocupar esos cargos, si lo avalamos con el sufragio emitido hace ya tres años.
Parecerá desconcertante la afirmación de que “no los elegimos” y sí votamos por el grupo que encabezó Ezequiel Orduña Morga, cuyo mote de El Cheque, ahora es materia de chistes crueles y de duro escarnio entre la población, que salpica incluso a sus familiares. Dicen los politólogos de café (ya sea en Los Jarrones o en Los Comales), que los políticos gozan de fama sólo unos instantes y la vergüenza los persigue toda la vida. Claro, hay excepciones, pero Orduña seguramente no será una de éstas.
El desinterés asaz, rayano en el cinismo del aún alcalde tapachulteco, tiene su raíz en la afirmación de líneas antes: no fueron los ciudadanos de Tapachula quienes lo eligieron, sino el dedo de un amigo, o mejor, de un cómplice, para que hiciera de la administración municipal un negocio muy particular. Ante el desolado páramo en el que deambulan los integrantes de la llamada clase política local, los votantes sufragaron, en su momento, por “el menos peor”, se dijo hace tres años. ¡Oh decepción!, parece que el ejemplo de Fox no fue asimilado por la ciudadanía. Votaron por el más chistosito.
El sustituto de Orduña, Emmanuel Nivón, es un joven que apareció en el panorama político, dentro de las filas del PAN, por generación espontánea. No tiene trayectoria, carece de trabajo social, no ha dirigido ninguna agrupación, bueno, ni siquiera una banda grupera, aunque su look lo emparenta con esa clase de músicos.
Gente allegada a su equipo afirma que fue elegido por otro dedo, tan efímero como él mismo, tan sólo para que cubra el expediente durante 20 meses. Ese lapso durará su presencia en Palacio Municipal. No hay compromiso ciudadano, salvo que él mismo demuestre que va a administrar el municipio para que no quede peor de lo que está o nade de muertito, quizá en espera de que lo premien con una diputación local.
Los ciudadanos no tenemos motivos reales para esperar algo diferente, aunque, como el ser humano es tan impredecible, y porque andamos volando bajo, tengamos que tomar altura, en algún momento, para no chocar con la torre de nuestros prejuicios.
Nivón tiene una oportunidad, muy pequeña, es cierto, de hacer algo por el pueblo donde nació. Si desea hacer carrera política, esta es la ocasión. Si, por el contrario, sigue el ejemplo de quienes lo acuerpan, de seguro no llegará lejos.