Conforme la inteligencia del
ser humano avanza y se educa, los misterios de la vida y el Universo van
revelando poco a poco sus misterios.
Hace algunas semanas, el 4
de julio específicamente, la ciencia dio un paso igual o más grande que el
salto dado hacia la Luna: se descubrió evidencia fehaciente de una partícula
subatómica, perteneciente a la familia de los bosones, que puede ser una de las
responsables de la creación de la masa en la materia.
De inmediato, los
oscurantistas, cual caballeros templarios, se apropiaron del hallazgo y lo
dieron a conocer en los medios masivos como “la partícula de Dios”, para, según
ellos, “demostrar que la religión y la ciencia empatan sacramente sus metas,
aunque por caminos diferentes”.
La patraña fue encubierta
con cierto éxito. Un ejemplo de esto lo dio el canal de noticias por televisión
CNN en el español de Miami, pues tan pronto dio a conocer el descubrimiento el
Consejo Europeo para la Investigación Nuclear (CERN, por sus siglas en francés),
la televisora organizó un supuesto debate entre el profesor de religión en la
Universidad de la Florida, Daniel Álvarez, con el argentino Fernando Monticelli, doctor
en física y uno de los integrantes del equipo que participó en la investigación.
El místico hizo malabares
para convencer no sólo al televidente, sino al propio investigador, de que el
descubrimiento era “un milagro”, porque la mente imagina cosas en el reino de
lo invisible, a lo que el otro explicaba de modo sensato que la comprobación de
la fórmula planteada matemáticamente desde 1964 por Peter Higgs, no tenía nada
de milagroso y aclaró que también podría ser alguna otra partícula y no la que
da masa a la materia. En cualquier caso, fuera o no fuese, el descubrimiento
era de gran importancia para la física nuclear.
El locutor, metido a
moderador en un tema que confesó desconocer totalmente, interrumpía
constantemente a Monticelli para que el creyente hablara de Platón, Aristóteles
y lo intrincado de la imaginación. El conductor incluso se mostró sorprendido
de que el científico fuera, para él, muy joven y estuvo tentado a tratarlo como
niño malcriado, por lo que Monticelli le aclaró que ya tenía 32 años de edad.
La legendaria manipulación que
CNN hace de la información y copiada exitosamente por las televisoras en
México, puede ser corroborada con sólo ingresar a la página web de dicha
empresa estadounidense. Allí podrán leer, por ejemplo, que prefieren denominar
el hallazgo como “la partícula de Dios” y no con su nombre real.
Sin embargo, lo que importa
en realidad es el velo que se descorre de los numerosos que ocultan el origen
de la vida. Si bien el Big Bang explica en parte el inicio de este universo,
aún nos hallamos lejos de saber cómo nacieron los demás y la ubicación de los
vasos comunicantes.
Este descubrimiento trae a
mi memoria una de las conferencias magistrales de la doctora en astronomía
Julieta Fierro Gossman, una de las mentes mexicanas más brillantes que imparte
cátedra en la UNAM. En esa ocasión dijo algo que me impactó sobremanera: “Nuestro
universo no es único, hay evidencia de que por lo menos hay siete más, a los que
algunos escritores imaginativos llaman dimensiones”.
Sea o no sea el bosón de
Higgs, esta partícula subatómica obliga a replantear muchas hipótesis y teorías
sobre la masa, la materia y la energía. Tomemos por caso la materia oscura, mal
llamada “la nada”, que constituye el armazón donde se expande y contrae nuestro
Universo. Si dentro de algunos años (pocos o muchos) no terminamos
extinguiéndonos por la depredación que hacemos del planeta, habrá un momento en
que el ser humano aproveche esa energía para largos viajes interestelares.
Es probable que al místico
de la Florida se le ocurra, eso sí, por un milagro, decir en un momento dado
que la famosa fórmula de Albert Eistein, que permite transforma en energía la
materia (E=mc2 ), es la casa de Dios y la partícula aquí mencionada
sólo es su mayordomo o valet encargado del trabajo sucio. En fin, de todo hay
en la viña del Señor.