sábado, 15 de mayo de 2010

Memoria sin recuerdos


¿Qué pasa cuando una sociedad pierde la memoria, cuando alguien le borra sus recuerdos? ¿Cómo escribir la historia de un pueblo sin una base de datos? Quien no conoce su historia –dice el lugar común– está condenado a repetirla.
Si una persona es víctima del síndrome de Alzheimer queda a la deriva y sólo con ayuda de terceros puede sobrevivir el último tramo de su vida. La memoria, los recuerdos, son básicos para darle continuidad y rumbo al diario acontecer. Lo mismo ocurre con los pueblos que desprecian la inteligencia, el acervo cultural o el registro cotidiano de la vida.
Tapachula padece de Alzheimer, pero aún se desconoce el grado de avance de este mal degenerativo. Hagamos un intento para saber qué tan mal se encuentra el paciente.
Durante muchos años, el viejo Palacio albergó a la Biblioteca Municipal Benito Juárez y ahí mismo se encontraba la Hemeroteca. La recuerdo muy bien, pues en mis años de estudiante acudía con frecuencia para realizar mis tareas escolares.
Así entré en contacto con el acervo de periódicos y revistas que circulaban en la ciudad en aquel entonces. Tanto los periódicos regulares, como Diario del Sur, El Sol del Soconusco, Extra La Verdad, al igual que los esporádicos o efímeros, además de algunas revistas. También se encontraba una rara avis, una publicación anual, Las Calaveras Huacaleras de la Madre Matiana, que escribía y editaba Guillermo M. Gutiérrez, periodista, escritor y poeta, hoy injustamente olvidado.
Eutimio Mérida, Luterano, podría hablar y escribir mucho sobre este colega. No sé si piense hacerlo o ya lo hizo, puesto que durante muchos años fueron los únicos epigramistas de buena calidad que hubo en Tapachula.
El único homenaje popular -en el parque central Hidalgo- que se le hizo a Guillermo M. Gutiérrez aún en vida, fue en 1987, un 2 de noviembre de 1987, con motivo de los 25 años de vida de Las Calaveras, y lo organicé con el apoyo de uno de los locutores más controversiales que ha habido en esta ciudad, el sonorense Francisco Obregón López, con el apoyo del hoy desaparecido Celso López Amores, en ese entonces gerente de la XETS. Los únicos apoyos financieros que tuve en aquella ocasión provinieron de la ya sepultada Funerales San Pedro y del extraordinario Rubén Guízar, que en paz descanse.
Pero volvamos al tema de la hemeroteca municipal. No puedo precisar si fue durante el gobierno del Joaquín del Pino Trujillo o de Didier Cruz Fuentevilla (quizá Luterano tenga la fecha precisa), que por órdenes de la profesora Lydia Abarca, que en ese entonces tenía enorme peso en esos ayuntamientos, se incineró el archivo hemerográfico de la antigua Biblioteca Municipal Benito Juárez. En palabras de la queridísima y bien recordada Jovita de Henestroza (qepd), Abarca, que también fuera directora de la Escuela Normal, dijo: “quemen toda esa pinche basura", ¿puedes creerlo Sumuanito, una profesora ordenando eso?
No sé si en la actualidad haya alguna hemeroteca local (puesto que radico en el Distrito Federal) ni en qué condiciones se encuentre si es que existe. Tal vez esta sería una de las tareas de la oficina del Cronista Oficial de Tapachula, que supongo debe existir en el organigrama de la administración municipal, aunque no figura en la página web del ayuntamiento, en donde la información historiográfica y cultural que allí aparece es en verdad irrelevante. Si no fuera por el libro sobre el Soconusco de Gustavo Gonzalí, la orfandad en este rubro sería total.
Sin embargo, sé de la existencia, puesto que los tuve en mis manos, que hay crónicas, ensayos y artículos (la mayoría inéditos) escritos por dos grandes personajes tapachultecos, ambos abogados: Manuel Elorza y el nombre del otro se me escapa, pero tenía su despacho frente al parque central, en el edificio donde tenían sus consultorios los doctores Hayashi. Creo que apellidaba Aguiar. Quizá las familias de ellos conserven esos archivos. Perdonen mi flaca memoria.
El punto es que la historia de nuestro pasado reciente fue reducida a cenizas y dudo mucho que el Diario del Sur y El Sol del Soconusco conserven esos archivos antiguos por cuestiones prácticas de espacio. De Las Calaveras de la Madre Matiana ya ni hablar, a la muerte de M. Gutiérrez todo su legado se perdió: cuentos, libros de poemas, trabajo periodístico. Yo conservo algunos textos sueltos que él me confió en vida, pero sin duda es una grave pérdida para la cultura huacalera.
¿Podrá corregirse esa falla de lesa cultura? Quién sabe. Con la mal entendida política de austeridad de los actuales gobiernos todo se puede esperar, y “más que pior” si llegan al poder grupos emanados de las filas del panismo o perredismo, cuyas ideas de cultura y arte son del nabo.