domingo, 28 de octubre de 2012

¡Tapachula en el filo de la navaja! (Entre el vicio y el fanatismo) Segunda y última parte


De acuerdo con el modelo social que elegimos para este trabajo, decíamos en la primera parte que el eje de éste es alcoholismo-drogas y fanatismos religiosos y futboleros. Vimos también que el fenómeno migratorio y proliferación de cantinas y giros rojos se combinan para mantener a Tapachula sumido en una precariedad de moral civil muy a modo para los intereses de un grupo oligárquico.
El tema ha sido ampliamente cubierto por la prensa de todo tipo y sólo ha servido para que los medios de comunicación masivos, como la televisión, se premien a sí mismos por sus “grandes” reportajes. Pero hasta la fecha no se avizora solución alguna, pues nadie de los poderes, tanto de facto como gubernamentales, desea modificar la estructura económica de la región, puesto que implica desterrar la corrupción e impunidad. “Así todos ganamos”, diría un gobernante chiapaneco a sus allegados en una comida de “negocios”.
La economía que se ha generado en la región con base en el consumo de alcohol, ha consolidado actividades subyugadas a ese eje: el tráfico de drogas, lavado de dinero, prostitución, trata de personas, tráfico de infantes y muchas otras que fortalecen las economías negras de las finanzas públicas de los tres niveles de gobierno. El desaliño de la ciudad de Tapachula va acorde con el grado de corrupción e ineficiencia  de esas instancias administrativas.
Por ello resulta altamente criticable la conducta del grupo de poder económico, representado por las empresas televisoras, radiofónicas, bancarias e industriales, así como sus mayordomos que integran la llamada “clase política” para consolidar la desinformación y la ignorancia mediante el analfabetismo funcional.
Al analizar los contenidos de las dos cadenas televisoras, tanto del sistema abierto como de cable, nos percatamos que ninguna tiene programas que contribuyan al mejoramiento ciudadano. El entretenimiento de la más baja estofa es lo sustantivo de sus barras de programación: telenovelas, chismes de la farándula, futbol y otros deportes, noticieros amañados, recetarios de cocina, horóscopos, series policíacas y de hospitales, así como películas de factura hollywoodense.
En los medios impresos también controlan la industria editorial con revistas del corazón y de chismes del espectáculo que televisan. Todo ello con el debido patrocinio de sus mayordomos colocados en la cúpula del poder político: Los Pinos, el Congreso de la Unión, las gubernaturas y las dirigencias de los partidos políticos, convertidos ahora en franquicias. En realidad, las cadenas que sujetan a los mexicanos tienen eslabones muy fuertes. 
La otra adicción
¿Cómo enfrentar este grave deterioro social, que ha gangrenado el tejido social en países como México?
Socialmente, una opción sería una mejor y mayor educación integral. Pero al haber ausencia de buenas voluntades políticas del sistema hegemónico, las personas, las sociedades, buscan intuitivamente cómo enfrentar esos peligros.
Aquí es donde aparece el fanatismo. Hay de varias clases. En esta ocasión sólo me referiré a los masivos: las religiones y el futbol.
El pensamiento mágico religioso que arrastra desde la prehistoria el ser humano es un recurso que maneja de manera muy experta la religión. Las diferentes iglesias derivadas de la Biblia, te advierten de los graves peligros que corre el alma si no se unen a sus huestes para garantizar un sitio en un paraíso supraterreno.
Como dentro de sus códigos se establece la satanización de los vicios, de las adicciones, muchos encuentran un modo de alejarse de esas prácticas. Pero también las Iglesias exigen sumisión, obediencia ciega, disciplina severa. Este es el terreno donde se mueve a gusto el fanático por antonomasia. So pretexto de llevar la exigencia al pie de la letra, llegan a extremos colindantes con actitudes antisociales y hasta criminales, pues toman actitudes altamente ofensivas.
Al igual que un fanático religioso, el futbolero está dispuesto a sacrificarse por “su equipo”. Todo aquel que no sea de su secta (color de camiseta) es un non grato, alguien al que se puede ridiculizar, agredir o eliminar.
En Tapachula, al igual que las cantinas, bares, centros botaneros y tienditas, las iglesias, congregaciones, capillas, templos y una amplia gama de variaciones del tema cristiano, proliferan en la ciudad y sus colonias. Gobernación tampoco tiene un censo actualizado en este renglón.
En los parques, en los mercados, en las calles de las colonias, abundan los “predicadores” que se dicen autorizados por Dios para “llevar su palabra”. Y lo hacen en tono alto, agresivo, admonitorio, ciertos de que están en lo “justo”.
Desde luego que una sociedad que se autocalifica de laica para la sana convivencia de los diferentes credos, se ve agredida con esas conductas.
Para los grupos de poder esta es una realidad que los favorece en sus intereses, pues nadie se preocupará en serio por modificar su entorno. Unos enfrascados en el alcohol, otros preocupados por el triunfo de “su equipo” y los más, cegados por la luz metafísica.
La alternativa parece no verse por lado alguno, sin embargo la hay. En la medida que vayamos fortaleciendo los hábitos de lectura el ciudadano empezará a contar con las herramientas adecuadas para alejarse de fanatismos y vicios. Pero los proyectos de cultura no vendrán de instituciones oficiales, tienen que venir de los pequeños grupos sociales que no están conformes con la situación actual, de ciudadanos que creemos que el destino no es manifiesto, sino que debe construirse día a día, desde las banquetas y desde los ejidos.
Sólo así alcanzaremos la salvación y no con plegarias, ni gritos de gol.