viernes, 11 de diciembre de 2009

O corro o vomito


-¡Me lleva la…!
-¿Qué le pasó?
-¡Se llevó mi carro la grúa! ¡Mire, no hay disco, no hay señalamientos! Sólo fui a la farmacia, no tardé ni cinco minutos.
-Cálmese, son especialistas, no vé que reclutan a los gruyeros entre los chavos de la Buenos Aires, la San Felipe y Tepito. Además, el negocio de las grúas es de un familiar del Marcelo… y ya se acerca el 2012, hay que engordar el “cochinito”. El corralón más cercano es el de Buenavista, pregunte allí.
-Ni modo, me voy en Metro. Tengo prisa y hasta mañana lo buscaré. Gracias, adiós.
Luego de despedirme del informante fortuito me dirigí al Metro Hidalgo. Me urgía llegar a Niños Héroes para ir a Tribunales a una audiencia. El incidente de la grúa puso a correr en mi cerebro el video de la corrupción existente en todas las instancias de la burocracia capitalina. Desde el policía de banqueta, que nunca está cuando se le necesita, hasta las oficinas de la Jefatura de Gobierno. No podía ir ahora mismo por mi carro al corralón porque traía justo lo necesario para “aceitar” al secretario del juzgado y para el propio juez. Veinte mil “súper” pesos sólo para agilizar un juicio de desahucio. En fin, esta es la “ciudad de la esperanza”, la “ciudad con Ángel”.
Me caga abordar el Metro, sobre todo a esta hora. Los vagones van hasta la madre. Dejo pasar dos, tres, cuatro trenes. Al fin una hendidura entre la masa humana sudorosa, apestosa… “hasta parece que estoy en el bordo de Xochiaca”, pienso. Me incrusto en la grieta… casi estoy a punto de vomitar cuando suena el clásico tururú y se cierran las puertas. Ni modo, mi cita es dentro de 15 minutos… “saliendo vomito”, reflexiono. Embarrada a mí está una señora. Su hedor es una mortal combinación de torta de chorizo mal cocido, sobacos y entrepiernas que no conocen el agua desde, ¿qué será, una semana, 10 días? “Creo que ha de ser de Iztapalapa”, justifico.
-¿Qué hora tiene, joven?- me lanza de pronto en plena jeta esta que podría ser la hermana gemela de la bruja Hermelinda Linda.
-Uuuaggg, no… no… tengo… reloj…
-¿Qué le pasa? ¿A poco se siente mal? No se preocupe, ya vamos a llegar a Balderas, ahí se baja mucha gente.
-Puta madre, creo que voy vomitar aquí mismo…
“Atención, próxima estación Balderas”
Se abren las puertas y, cual si fuera diarrea, los pasajeros son evacuados por el vagón. Quedo varado en el pasillo por algunos segundos, respiro hondo un poco de aire más o menos fresco. La hermana de Hermelinda Linda me observa sonriente desde dentro del vagón. “¿Cómo logró permanecer adentro a pesar de la avalancha?”, pregúntome y me apresuro a subir de nuevo. Pero antes de abordar, el tipo que me hacía plancha minutos antes con la probable vecina de Iztapalapa, se puso a graffitear en las paredes del andén. La parada del Metro se me empezó a hacer eterna.
De pronto, como un relámpago, un anciano correoso sale corriendo del vagón y se lanza contra el graffitero. “Ah, chingaos, y ¿ora qué?” Forcejean, el graffitero da un empellón al anciano, éste cae, el otro saca una pistola y le da un plomazo en pleno pecho, los “usuarios” salen en estampida. Yo no sé si correr o por fin vomitar. Aparece un jovenzuelo vestido de policía auxiliar, decido correr y, en ese momento, escucho otra ráfaga de tiros. “Pendejos –pensé-, que horas para partirse la madre”.
“Hola, buenas tardes, eeeeeestas son, las Nolticias por Adelaaaa…”
-Este medio día hubo un tiroteo en la estación del Metro Balderas, cuando un loco escribía en las paredes del andén protestas contra nuestro buen gobierno. En la balacera murió el vándalo, un anciano albañil que quiso detenerlo, el policía que se le enfrentó y un joven abogado que estaba vomitando…

1 comentario:

  1. Y es una de las razones por lo cual me endurezco usando el transporte público, hay que hacer resietente el estómago y me me acostumbro a caminar de un lado a otro. Me queda el sueño guajiro de ver al carnal Marcelo en su bicla llendo a trabajar. JAJAJAJA, SEE YOU PA..

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