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martes, 1 de diciembre de 2009

Todos somos Juanito


El regreso a la polaca activa de Juanito (Rafael Acosta) con la recuperación de su cargo como delegado en Iztapalapa, ganado limpiamente en comicios impolutos, vuelve a ventilar las pústulas que cubren el corpus social de lo que vulgarmente se denomina “clase política”.
Llama especialmente la atención la unánime descalificación que se hace de Juanito en todos los medios y ámbitos. Lo menos que le señalan es una supuesta “incapacidad intelectual” y lo más que es “títere” de grupúsculos de empresarios mafiosos metidos a grillos.
Lo cierto es que quienes lo vilipendian caricaturizándolo de bufón o gorila rompedor de actos civilizados (como presentaciones de libros escritos con exabruptos, insultos y descalificaciones contra rivales), no hacen sino violar reiteradamente las garantías individuales y los derechos humanos de una persona cuya mayor afrenta cometida es recordarle a la élite del poder y del dinero que la chusma también puede, eventualmente, ocupar sus cotos de poder.
A quienes consideran que no es apto para gobernar, les recuerdo que no tienen ningún tipo de autoridad para descalificarlo por ese simple detalle. Ellos mismos, los acusadores, son prueba viviente de que han sido incapaces de gobernar ni la ciudad de México ni el país en general. El desastre, la bancarrota en que estamos metidos son consecuencia de sus modos de “gobernar”.
De imbéciles en cargos de poder está plagada nuestra historia reciente. Me vienen a la memoria, de bote pronto, Pascual Ortiz Rubio, apodado por la sabiduría popular como El Nopalito, por baboso. Otro de manifiesta incapacidad intelectual en Palacio Nacional lo fue El Chacal de Tlatelolco, Gustavo Díaz Ordaz, sociópata compulsivo y contumaz mentiroso. Otro enfermo mental lo fue su sucesor, Luis Echeverría, megalómano y esquizofrénico de alta peligrosidad. Casi obvio como ejemplo de frivolidad y egocentrismo lo fue El Perro, José López Portillo. Y ya para qué hablar del débil mental de Miguel de la Madrid; del cleptómano Carlos Salinas; del bribón de Ernesto Zedillo, y bueno, los dos últimos se recomiendan solos.
Si de bufones se trata no olvidemos al Gordo Pesqueira, que fuera secretario de Agricultura de Miguel de la Madrid, cuya mayor cualidad de hombre de Estado era contar chistes y ya ebrio le gustaba subirse a las mesas para bailar y cantar. Y no me voy por ejemplos similares a los estados, pues la lista sería infinita.
Tampoco es argumento valedero la "flamígera" denuncia de que hay grupos de perredistas, priistas y panistas detrás de Acosta. Todos quienes ocupan cargos en partidos y en el gobierno, tienen detrás de ellos temibles grupos de interés, muchos de conducta criminal.
Lo que es evidente en la discriminación y descalificación en el caso Juanito, es que la chusma no debe tener un auténtico representante en un puesto de poder. Si se va a desempeñar bien o mal, nadie lo sabe, como nadie sabía la conducta de Vicente Fox ya “empoderado” o de Felipe Calderón, manipulado por el gran capital.
Por eso, porque la mayoría de los mexicanos somos chusma, todos somos Juanito, todos tenemos derechos, sin importar nuestra extracción social, de credo o raza.

martes, 17 de noviembre de 2009

¿Tiene esperanza la CNDH con Plascencia?


Parece que Raúl Plascencia Villanueva, nuevo titular de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos mexicana (CNDH), que se había desempeñado como primer visitador de esa institución en la era de José Luis Soberanes, desea marcar su distancia y arrancarse el cordón umbilical que, nefastamente, lo une a este último.
Uno de los principales señalamientos que hace la sociedad civil al relevo de Soberanes es la demasiada cercanía o dependencia que Plascencia tiene (o tenía) del primero. Lo nocivo de esa cercanía -han afirmado analistas y organizaciones no gubernamentales- es que continuará colocando a la CNDH al servicio de los grupos políticos que medran al amparo del Estado, tal y como lo hizo el lamentablemente célebre Soberanes.
Sin embargo yo no me atrevería a afirmar de modo tan contudente la anterior hipótesis. Soy partidario de darle el beneficio de la duda al nuevo funcionario, sobre todo cuando en la política mexicana tenemos rompimientos tan abruptos de supuestos "delfines" con sus tutores. Allí están los casos emblemáticos entre Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles o Carlos Salinas y Ernesto Zedillo, sólo por mencionar los más conocidos, pero la lista es larga entre gobernadores y líderes sindicales (Carlos Jonguitud y Elba Esther Gordillo).
La expectativa que me genera Plascencia se basa en dos hechos recientes. La empresa especializada en encuestas, denominada Opina, una de las tres más importantes que trabajan en México, invitó en la semana que va del lunes 9 al viernes 13 de este mes a diferentes sectores de la sociedad civil a externar sus opiniones sobre el lugar que ocupa la CNDH en estos momentos en la realidad nacional.
Tanto organizaciones no gubernamentales (ONG) como periodistas ocupados en temas de los derechos humanos participamos en esa encuesta, que según todos los indicios, sospecho fue encargada por el propio Plascencia o algún colaborador cercano a él.
Posteriormente, el lunes 16, en el popular programa de radio Y usted qué opina, que conduce Nino Canún en la 69 de AM, éste convocó a los especialistas y ex aspirantes al cargo, José Antonio Vital Galicia, Luis Eduardo Zavala, Jorge Eduardo Pascual, Carmen Teresa Silva Fajardo, Patricia Olamendi y al general José Francisco Gallardo, quienes también consideraron que el desempeño de la CNDH bajo la conducción de Soberanes dejó mucho qué desear y que el nombramiento de Plascencia no ofrece expectativas de mejoramiento. En esta mesa cabe señalar que sólo Olamedi se mostró optimista y se negó a generalizar.
Por esta preocupación de tomarle el pulso a la sociedad, abrigo la esperanza de que el nuevo presidente de la CNDH quiera empezar a marcar su distancia de Soberanes, que al parecer recibirá el pago por sus servicios al poder con un nombramiento de magistrado en la Suprema Corte de Justicia.
Por el bien de todos, ojalá Plascencia nos regale una buena sorpresa y elimine lo podrido en la institución que hoy preside. En fin, la esperanza es el capital de los desposeídos.