domingo, 13 de mayo de 2012

EL IGUANERO, un paraíso recobrado


La historia es pródiga en buenos y malos ejemplos de las consecuencias del odio, el amor, el desinterés o la culpa que experimenta el ser humano. En Mazatán hay un caso digno de destacar sobre lo que provoca el sentimiento de culpa, devenido en amor. Es la vida de Abilio Villarreal Morga y su familia.
Lugar común es nombrar a ese municipio como “la capital mundial” de las iguanas y garrobos, pero desde luego éste es un reduccionismo un tanto falaz, ya que las iguanas proliferan en toda la región de Soconusco y más al norte, hasta llegar a Nayarit y Sonora. Por otra parte, este reptil, primo hermano de los dinosaurios, hasta hace poco se encontraba en vías de extinción en nuestros lares.
Pero en Mazatán también proliferan otras especies de animales que hacen destacar a este municipio de sus vecinos costeños, como es el venado cola blanca y el armadillo.
Cuenta Abilio Villarreal que desde niño y toda su juventud fue “un depredador de la fauna silvestre en todos estos montes y esteros”, remarcando con un amplio movimiento de su largo brazo hacia el horizonte, rumbo a la barra del Coatán. Moreno, alto para el común denominador en la región, de rostro amable pero enérgico, Abilio “presumía de ser un buen cazador, lo mismo con trampa que con garcera o rifle, muy rara vez se me fue un venado, una iguana, un garrobo o un armadillo”.
“En aquellos años fui una terrible amenaza para los pobres animalitos de la región, contribuí intensamente a poner en riesgo de extinción estas especies, hoy protegidas sólo en el papel”, expresa con cierta amargura desde la cima de sus 54 años de edad.
Por ello, “desde hace 25 años decidí, apoyado por mi familia, fundar esta reserva, en esta parte de nuestro rancho, para que sirva de nicho ecológico y con desarrollo sustentable, a fin de proteger estas especies a las que tanto daño hice en mi juvenil inconsciencia al creer que la cacería era un deporte”.
La visita
La invitación la llevó Saúl Cruz Marroquín a los colegas de la Asociación de Prensa, Radio y Televisión de la Costa de Chiapas (Aprytcch). “Mi primo Abilio quiere que conozcan su zoológico”, dijo en son de broma, “pongan fecha y hora”. Un jueves de abril, a media mañana, un reducido grupo partimos de Tapachula a Mazatán por la carretera Costera. Todo iba bien de no ser por el tenebroso, a la vez de patético, espectáculo de los famosos retenes del ejército a la altura de Viva México.
La mala vibra de no saber si son regulares o irregulares esos retenes provoca un profundo malestar en los ciudadanos que no alcanza a vestirse de palabras. La reflexión interna de muchos es “como si esto sirviera para controlar a la delincuencia, organizada o no”. En fin, luego de 30 minutos de rodar por el asfalto pasamos a un lado de la colonia Álvaro Obregón y seguimos de frente rumbo a Marte R. Gómez, al que también pasamos por el costado y justo delante del “aeropuerto” (una pista de avionetas fumigadoras de los extensos platanares), se yergue un letrero con la leyenda Unidad de Manejo y Aprovechamiento de la Vida Silvestre El Iguanero, más conocido como UMA Iguanero.
Una vereda lo suficientemente ancha para vehículos, acotada con piedras encaladas y algunas palmeras, conduce a los visitantes a una enorme palapa con techo de manaca, en donde se ven dispuestas mesas con blanquísimos manteles. Luego de las presentaciones, Abilio da la bienvenida y antes de hacer el recorrido, invita “un bocadillo” a los hambrientos visitantes.
Desde el comal llega el exquisito aroma de las tortillas hechas a mano. Colaboradores del anfitrión colocan en las mesas grandes jarras de agua de papaya, crema y queso frescos con tortillas. Luego de esa “entrada”, Abilio pregunta con naturalidad: “Gallina de rancho en caldo o iguana al pipián”.
La mayoría pide la iguana en mole verde, unos porque nunca la han comido, otros porque es uno de sus platillos favoritos, y alguno más, como el que esto escribe, para recordar su primera niñez, cuando en el mercado Sebastián Escobar se podían comprar los tamales de iguana con hueva o bien la abuela la cocinaba precisamente así, al pipián. Todos pedimos segunda ración, quizá por deformación del oficio, porque el reportero de a pie casi siempre anda con hambre.
Después del atracón, Abilio Villarreal Morga nos lleva a conocer la reserva. “Sólo son 20 hectáreas”, explica mientras vamos brincando de un lado a otro para no pisar los cientos de crías de iguana verde que escapan de las galeras que les sirven de dormitorios. Algunos paran a tomar fotos a un arbolito que en lugar de guayabas, es un decir, cuelgan innumerables iguanitas que atisban con insistencia a los intrusos.
La reserva está cultivada con infinidad de árboles de mango ataulfo, lo cual la convierte en una verruga en medio de los inmensos sembradíos de plátano.
Mientras caminamos hacia el incubadero, un lote de unos 25 por 50 metros, el también director técnico de la UMA informa que “el año pasado produjimos unas tres mil 500 iguanas y para éste creemos que podemos duplicar la cifra”. Hileras de rectángulos de arena de unos 30 por 30 centímetros son las incubadoras donde docenas de huevos de iguana esperan el momento de reventar para pasar a la etapa de cuidados intensivos, a fin de que aves y otros animalillos silvestres no devoren a las nuevas crías. Cada rectángulo cuenta con una estela de madera con la ficha técnica correspondiente.
Luego de saludar a las iguanas sementales, nuestro anfitrión nos lleva a otro sector de la reserva, sombreado por el “mangal”, donde deambula un hato de venados cola blanca. Estos hermosos animales prácticamente ya habían desaparecido de Mazatán y son a los que precisamente debe su nombre: “lugar donde abundan los venados”.
“Sí, fue difícil conseguir el pie de cría”, reconoce Abilio, “pero por fortuna ya comenzaron a reproducirse con éxito”.
En otro sector del rancho, hay galeras especiales para gallinas, chompipes, pavorreales, chachalacas, tortugas y casquitos. Reconoce que el trabajo es intenso, pero muy satisfactorio.
“Con esto ponemos nuestro granito de arena para hacer un México con futuro”, dice orgulloso el director de la UMA Iguanero.
Las vicisitudes
Para quienes deciden realizar proyectos como éste, el principal obstáculo con el que se encuentran es la burocracia del gobierno federal, concretamente la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat). A Villarreal Morga le ha llevado 15 años de papeleos y viacrucis de ventanilla en ventanilla para que esa instancia le otorgue el certificado de UMA, lo que apenas logró hace dos.
Además, Semarnat hace hasta lo imposible para que los proyectos fracasen desde el ángulo económico. No cuenta con programas ni orientación de buen nivel para que estas reservas se conviertan en sustentables e impide que los excedentes se comercialicen.
Otro obstáculo son las grandes empresas dedicadas a la comercialización de esta fauna. Dada la ausencia de una reglamentación adecuada, aunado al exceso de burocracia, hay empresas que quieren comprar grandes lotes a precios irrisorios. “Por ejemplo, quieren pagar a 30 pesos una iguana cuando ellos la venden en 500 o más pesos”, señala Abilio. Esto lleva a una descapitalización con el beneplácito de las autoridades.
A pesar que la Secretaría de Economía, tanto estatal como federal, tiene a veces programas de ayuda para estas empresas, el principal escollo es que nadie los conoce, a excepción del encargado de la ventanilla. Al permanecer fuera del dominio público, esos recursos quedan como subejercicios o bien se canalizan a fideicomisos de dudosos manejos.
La misión
Abilio Villarreal Morga está convencido de que El Iguanero debe ser un centro educativo para la niñez y juventud no sólo de la Costa sino de todo Chiapas.
“Este lugar puede servir para que nuestros niños y jóvenes conozcan y se comprometan con su entorno, sólo así podremos garantizar un buen futuro a las nuevas generaciones, de lo contrario podrían hacerse realidad las peores visiones apocalípticas al romperse el equilibrio ambiental y ecológico que nos da sustento”, comenta Abilio con la mirada clavada en los árboles de mango.
La visión
A El Iguanero ya han comenzado a llegar excursiones de estudiantes de varias escuelas de la región. Llegan en autobuses y hacen una visita guiada acompañados de sus profesores.
“La cuota es módica, 10 pesos por alumno, pero muy pronto esperamos ofrecer otros alicientes además del restaurante con platillos propios. Tenemos contemplado un chapoteadero, juegos infantiles y sala de video con internet para que conozcan y comparen este sitio con otros más del país y del extranjero. Creo que así valorarán nuestros jóvenes el tesoro que aquí tenemos”, puntualiza el hombre que comenzó a construir este paraíso para curarse un sentimiento de culpa por haber sido un depredador ambiental.

 


No hay comentarios:

Publicar un comentario