domingo, 13 de mayo de 2012

Construyamos una identidad

Uno de los grandes dilemas del ser humano, en cualquier época y en cualquier parte, es saber reconocerse frente a los demás, tener certeza de su identidad y actuar en consecuencia. La historia nos da cuenta de este conflicto ontológico, que lo mismo ha generado sangrientas e inacabables guerras o bien grandes avances para la especie.
No saber quiénes somos, de dónde venimos o adónde vamos puede mantener a un individuo, a un grupo o a una nación, en una crisis permanente de identidad, volviéndolo materia fácil para la conquista y el avasallamiento. México, en estos tiempos de auge neoliberal y pragmatismo rampante, es ejemplo elocuente de esta crisis.
Tiempo ha, que se ha discutido la característica de “ser mexicano”, pues queda claro que en el espacio geográfico que llamamos México, coexisten e interactúan múltiples naciones, tanto autóctonas como de inmigrantes, amalgamándose en algunos casos y manteniéndose sin mezcla en otros.
Los intentos de Samuel Ramos, Octavio Paz, Roger Bartra e incluso de Carlos Monsiváis de explicarse y explicarnos “lo mexicano” han sido proyectos inacabados por culpa de los malos programas económicos, sociales y políticos que ha impuesto al país un pequeño grupo oligárquico de Manuel Ávila Camacho a la fecha, con el interés perverso de que los mexicanos no seamos una sociedad homogénea, sino dividida por intereses diversos, no obstante sus propios rasgos de grupo o comunidad, para encontrar el bien común y la convivencia solidaria.
Un caso intensamente patético, quizá por estar inmersos en él, es el de Tapachula, microcosmos que ejemplifica lo que nos ocurre a escala nacional. Esta región, a diferencia de algunas aledañas, carece de identidad, de elementos que la singularicen para proyectarla de modo universal.
Este fenómeno se agudiza por la conformación cosmopolita de la sociedad que la integra. Lo mismo hay etnias centroamericanas que europeas, o bien, comunidades completas de asiáticos como de casi todas las regiones del país. No obstante, perviven los prejuicios económico, de raza y de credo, a pesar del mestizaje y criollismo.
Tapachula no cuenta con una imagen propia en su diseño urbanístico ni arquitectónico; no tiene una tradición particular en lo cultural, ni siquiera una gastronomía propia. Su desarticulación social es tan profunda que pareciera que no existen músicos, escritores, artistas plásticos, incluso científicos; en fin, de todo lo que constituye la gama del quehacer humano.
Para ello echamos estas Raíces, para ayudarnos a construir una identidad que nos dé fortaleza y altura de miras.
Los editores
 

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