sábado, 6 de marzo de 2010

La Edad Media, hoy


México, al igual que muchas sociedades latinoamericanas, vive en la actualidad una reedición de la Baja Edad Media. Si nos tomáramos la molestia de leer o reeler algunos de los grandes autores abocados a la historia, mucho de lo que ocurre en nuestros países tercermundistas dejaría de sorprendernos de modo tan primitivo y, quizá, algunas comunidades un poco más avezadas hasta podrían evitar algunos sucesos tan deprimentes en los ámbitos de la política, la economía y lo social.
Recientemente, terminé la lectura de El otoño de la Edad Media, trabajo realizado por el maestro Johan Huizinga, una obra que disfruté en mis años adolescentes pero que no supe aquilatar en toda su magnitud las enseñanzas que contiene. Ahora, en estos momentos de mi vida y la del país, considero que debería ser lectura obligada para todo individuo que curse estudios medios superiores en adelante.
Leer de nuevo ese libro nos ubica de modo sustantivo en nuestra realidad pues, a pesar del desarrollo tecnológico y científico que la humanidad ha tenido de esos años a la fecha, no hemos progresado nada en lo que se refiere a la calidad humana. Seguimos siendo ignorantes, fanáticos, manipulables, mezquinos, estúpidos, vanidosos y egoístas.
En la Edad Media era la religión y las monarquías las que manipulaban a los pueblos. Ahora se les han agregado los medios de comunicación, específicamente la TV y la radio, con sus honrosas excepciones, desde luego. La educación, a pesar de ser láica en algunos países, sigue siendo dogmática y acientífica. La prensa impresa no se distancia mucho de sus hermanos electrónicos.
Seguir paso a paso de la mano de Huizinga la reconstrucción de la Edad Media nos hace ver que, en esencia, seguimos siendo los mismos palurdos, embrutecidos con los espectáculos más deprimentes. Antes eran las ejecuciones en la plaza pública, los torneos de la nobleza. Hoy son actividades (que no deportes) como el futbol o la lucha libre, a través de la TV, o conciertos musicales masivos de ínfima calidad. Gozamos y sufrimos los sucesos de actorcillos y actrices de pacotilla. Seguimos religiosamente los capítulos de las telenovelas cuya temática siempre es la misma.
En fin, tenemos lo que merecemos. Bien lo dijo Antonio Tabucci en una entrevista que le realicé en 2003: "El mundo está gobernado por tontos y perversos".
No obstante el pesimismo que destilan estas líneas, invito a mis atentos lectores a reeler a Huizinga, al menos para que tengan el consuelo de que no todo tiempo pasado fue mejor.

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