lunes, 19 de octubre de 2009

¡HEREJE, MALDITO, APÓSTATA, QUEMARÉ TUS LIBROS!


¡Qué le pasa a este muchacho! ¿De cuál fuma? ¡No tiene temor de Dios! ¡Va de retro, maldito!
Este mocoso apenas acaba de cumplir 75 años de edad y ya se cree gente adulta, pensante. ¡Irreverente, cabrón! No cabe duda que su pequeñez, en todos los órdenes, lo impele a buscar los reflectores, la publicidad gratuita. Por algo lo excomulgó el Santo Padre Berlusconi de su iglesia Mondadori.
Ahora, no contento con esa blasfemia se lanza, de nueva cuenta, contra la Santa Biblia, contra el mismo Dios. Estoy decidido. Cumpliré mi santo juramento de Caballero de Colón: le quemaré, le descuartizaré, le sacaré las entrañas y las arrastraré ante la plebe, le decapitaré y colocaré su maligna testa en una jaula y la colgaré en una alcayata de la Torre de Belém. Luego, haré una pila con sus opúsculos y les quemaré. Faltaba más.
Palabras más, comas y puntos menos, así ha sido la reacción de los defensores de la fe, los preclaros dignatarios de la Iglesia Católica y algunos otros sectores por el nuevo libro de José Saramago, intitulado Caín, en los cuales plantea juicios de valor con los que, en lo personal, estoy totalmente de acuerdo.
El escritor lusitano es un caso extraño, único, por así decirlo. Tiene la rebeldía, la irreverencia de un muchacho adolescente y la sabiduría, madurez estilística que sólo la edad puede darle a hombres como él. Salud.

Tan pronto su libro llegue a Guanajuato, habrá que tener una edición de repuesto. Ya sabemos de las tendencias piromaníacas de estos paisanos.


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