lunes, 18 de enero de 2010

Haití y la ayuda humanitaria



La reacción inmediata de gobiernos y sociedad civil ante la tragedia de Haití es encomiable desde todos los puntos de vista. Del apoyo que hemos dado los mexicanos, aún con la crisis económica a cuestas, cualquier comentario sale sobrando, los hechos son elocuentes al responder en la medida de nuestras posibilidades.
Sin embargo, no falta la nota disonante. Y no me refiero a la imposibilidad material de distribuir la ayuda en la isla caribeña, explicable desde la desaparición, literal, del aparato de gobierno y del propio Estado, no hay instituciones en pie.
Aludo a la calidad humanitaria de las grandes firmas empresariales e industriales, no sólo mexicanas sino transnacionales.
¿Cuántas toneladas de pan ha enviado Bimbo? ¿Cuántos litros de agua están enviando las empresas embotelladoras tipo Bonafont o Electropura? ¿Cuántas toneladas de cemento enviarán Cemex, Portland, Tolteca, Cimpor, Heidelberg, Holcim, Italcementi, Lafarge, Votorantim y otros gigantes del ramo? ¿Cuántos contenedores de acero están preparando ArcelorMittal, US Steel, AHMSA, entre otras poderosas siderúrgicas? ¿Cuántos barriles de petróleo, gasolina y dísel ya enviaron las grandes refinerías estadounidenses, asiáticas y europeas, cuánto gas está enviando Rusia? ¿Cuántas computadoras HP, Microsoft, Dell, Vaio, etc.? ¿Cuántos hospitales ambulatorios las clínicas Mayo y corporativos de esta índole?
¿Por ventura, los laboratorios farmacéuticos transnacionales han anunciado cuántas toneladas de medicamentos y material quirúrgico están enviado a la miserable población sobreviviente del terremoto?
¿Acaso han ofrecido descuentos en sus productos destinados a la ayuda humanitaria de 90, 80, 70, 50, 30, 10, o por lo menos de 5 por ciento?
¿Cuántas compañías fabricantes y comercialozadoras de alimentos ya se anotaron para donar algunos mendrugos de sus productos?
Nada. Como de costumbre, dejan todo en las espaldas de la solidaridad popular, que todo salga de los bolsillos de la buena voluntad de la gente de la calle mientras esas empresas continúan haciendo pingües negocios.
Esas corporaciones, apoyadas por instituciones como el Banco Mundial y el BID, son las que exigen tener el control de la globalización económica, del libre comercio, que sus leyes del mercado las autorregulen, las que claman competitividad de los pueblos expoliados.
Debemos poner nuestras barbas a remojar, o mejor, despojémoslas del control que ahora tienen.

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