sábado, 6 de marzo de 2010

Escher, dibujante de lo imposible


¿Existe la posibilidad de dibujar lo imposible? ¿Se puede plasmar en una limitada hoja de papel el infinito? Parece que sí. MC Escher logró crear diversas obras tan fantásticas y revolucionarias, como lo fue, en su momento Las señoritas d’Avignon, de Pablo Picasso, precursor del arte moderno del siglo XX. No hay evidencia de que ambos artistas se hayan conocido personalmente, pero sin duda, fueron influidos con gran fuerza por otro de sus contemporáneos, Albert Eistein, mediante su Teoría de la Relatividad.
El holandés Maurits Cornelis Escher (1898-1972) fue un dibujante y grabador que revolucionó la perspectiva del plano y es considerado el intérprete de los conceptos matemáticos, por definición abstractos, que dan sustento a la relatividad del espacio-tiempo planteada por Einstein en 1905 y 1915, idea continuada por sus seguidores, ampliándola, profundizándola e incluso modificándola.
Se dice que las coincidencias no existen y mucho menos en los ámbitos de la ciencia y el arte que, salvo excepciones, van de la mano. Escher, al igual que Leonardo da Vinci en su época, lograron captar el momento crucial de la civilización en la que se desarrollaron.
El famoso creador de las llamadas “estructuras imposibles” fue un estudiante menos que mediocre, y por presiones de su padre (que lo mantuvo económicamente hasta casi los 53 años de edad), comenzó a estudiar arquitectura, pero a la semana de asistir a clases, cambió a dibujo y “artes decorativas”.
Es en este oficio que comienza a destacar por su virtuosismo en el dibujo y su dominio de las técnicas lito y xilográficas. Durante su primer periodo (de 1916 a 1922) se dedica a ilustrar libros, diseñar tapices y realizar estampillas postales y algunos murales decorativos. Después decide recorrer Italia para ampliar su cultura visual e inicia su etapa de paisajista. En este viaje conoce a Umiker Jetta, con quien casa en 1924 y se establecen en Roma durante 11 años.
Así comienza su llamado “periodo italiano” (1922-1935) y experimenta con la perspectiva en paisajes, dibujos de ciudades y edificios. De fines de este periodo es la litografía denominada Mano reflejada en la esfera, muestra evidente de su sólida madurez como artista, aunque aún está lejos del reconocimiento universal y del éxito económico.
El periodo italiano es principalmente relevante en Escher por su fecundidad, el desarrollo de la perspectiva y los trazos continuados, profundamente motivado por el estudio de la división del plano a partir del arte morisco en los mosaicos de la Alhambra, que lo dejó vivamente impresionado durante su visita a Granada, en 1922.
En el lapso de 1935 a 1941 se traslada a Suiza y Bélgica para alejarse del belicismo de la Segunda Guerra Mundial. Sin duda alguna, para entonces ya está familiarizado con las ideas einstenianas y el apogeo del cubismo iniciado con la pintura Las señoritas de Avignon (1907). A la vez, comienza llevar a la talla en madera y marfil algunos de sus bocetos, todos por encargo, creando las “estructuras imposibles” y la serie de esferas que le empezaron a dar un gran éxito económico.
A estas alturas, su nombre ya era reconocido y las reproducciones de sus grabados tenían gran demanda. El interés de afamados matemáticos en su obra es ya patente por la manera de dibujar en dos y tres dimensiones.

Las matemáticas y el infinito

En 1959, en un artículo, el propio Escher expresó lo que le motivaba a representar la idea del infinito: “Nos resulta imposible imaginar que, más allá de las estrellas más lejanas que vemos en el firmamento, el espacio se acaba, que tiene un límite más allá del cual no hay nada. El término vacío todavía nos dice algo, puesto que un espacio determinado puede estar vacío, por lo menos en nuestra imaginación; pero no estamos en condiciones de imaginar algo que estuviese vacío en el sentido de que el espacio deja de existir.
“Por esta razón, desde que el hombre existe sobre la Tierra, desde que está de pie, sentado o acostado, desde que corre, navega, anda a caballo y vuela, nos aferramos a la idea de un más allá, de un purgatorio, de un cielo y de un infierno, de una transmigración y de un nirvana, todos lugares de infinita extensión en el espacio o estados de infinita duración en el tiempo”.

El uso del color

Otra gran contribución que hizo especialmente al grabado fue la utilización del color, que hasta entonces había sido elaborado sólo en blanco y negro, lo cual, según una anécdota, fue el motivo por lo que su esposa Jetta lo abandonó, “hastiada de ver toda la vida el blanco y el negro en casa”.
Sus biógrafos consignan que en varias ocasiones Escher presumía que su taller era una “máquina de hacer billetes”, por la demanda que tenía la reproducción de su obra. En 1969, con 71 años de edad y con la salud muy menguada, realiza su grabado Serpientes, donde demuestra que, a pesar de su avanzada edad, el genio permanece en su máxima expresión. Al final de su carrera, en un ataque de ira, destruyó algunas de las planchas para que no se realizaran más reproducciones de originales.
Muchas de sus obras se vendieron masivamente poco después de su muerte y están esparcidas por el mundo. Un grupo importante está expuesto de forma permanente en el Museo Escher, en La Haya.
El análisis de sus obras, tal y como definió Bruno Ernst, uno de sus biógrafos, permite clasificarlas básicamente en tres temas y diversas categorías: La estructura del espacio, que incluye paisajes, compenetración de mundo y cuerpos matemáticos. La estructura de la superficie (metamorfosis, ciclos y aproximaciones al infinito). La proyección del espacio tridimensional en el plano (representación pictórica tradicional, perspectiva y figuras imposibles).
MC Escher jugó con la arquitectura, la perspectiva y los espacios imposibles. Su arte sigue sorprendiendo y maravillando a millones de personas en todo el mundo. En su obra reconocemos su aguda observación del mundo que nos rodea y las expresiones de sus propias fantasías y nos muestra que la realidad es maravillosa, comprensible y fascinante.

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